Gaal, afortunadamente, no ha renunciado a su ojo extranjero: su capacidad para
sorprenderse por las cosas los objetos, las personas y los lugares a los que se ve
expuesto cotidianamente. Esperamos de un fotógrafo que nos enseñe lo que nunca hemos visto. Sin
embargo, una cualidad esencial de un artista es mostrarnos lo habitual desde una
óptica diferente.
Por eso me atrevo a llamar a Gaal, una especie de alquimista, que mediante su
inagotable energía, su inseparable cámara y su peculiar visión, construye un
discurso con hallazgos sorprendentes, sea en algún lugar del lejano oriente o en
un patio de cualquier barrio tapatío.
Con su imaginación artística, transforma la fealdad en belleza, el caos en
equilibrio, el exceso en mesura, re-enfocando nuestra visión. Esto es una
aproximación contemporánea a la oración de San Francisco: "donde haya
desaliento, esperanza; donde haya sombras, luz; donde haya tristeza, alegría".
José Dávila